Tchaikovski y los gitanos


Hoy, paseando con la bici por una pedanía de Murcia cuyo nombre igñoro, me encontré a unos gitanos peleándose, hablando con apasionada violencia en su jerga: - putaa, - y tú yonkie, - borrachaa, te via matá... Mientras la policía intentaba separarlos sin conseguirlo en absoluto. El resto de la horda gitana se movía y gritaba sin ningún fin concreto de forma que parecía que estuvieran vitoreando a sus ídolos. Me paré a mirar, incluso con respeto, por si la cosa acababa en tragedia y alguien me pillaba con una sonrisa. Se pegaban tortas, sopapos, y mientras una bebé (pobre ser, ¡vaya bautismo!...) pasaba de los brazos del uno yonki a la de la otra borracha, como si una pata de jamón ganada en una tómbola fuera. Yo venía escuchando el concierto para piano de Tchaikovski. No hay nada más refinado, pensaba, gayer incluso. Los elevados sentimientos decimonónicos que inspiraban la música y entraban por mis oídos, se enfrentaban a lo que mis ojos recibían en forma de barbarie retransmitida en directo, sin filtro de tele5 siquiera. En algún punto intermedio de mi cerebro había dos cables a punto de hacer una implosión. Y mi estado perplejo me impedía concentrarme en cortar el cable rojo o el azul. El asombro, que no es otra cosa que una forma de extrema de maravillarse, a veces está en los contrastes, en el enfrentamiento casi violento de elementos. Lynch y malevinch lo saben. Tchaikovski, el pobre, no. Le habría horrorizado convertirse en la BSO de mi aventura.

Comentarios

Lara ha dicho que…
Pero estas cosas no pasan sólo entre gitanos. Desgraciadamente son escenas que se repiten muy a menudo.
Suzu Kid ha dicho que…
el tema no era ese. suelen ser gitanos, al menos aquí. pero el caso era la pelea, no los gitanos en sí.

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