la carretera va a llegar


Los seres humanos que sobrevivan a los efectos inmediatos de las explosiones termonucleares serán quizá 50 ó 75% de la población mundial actual. Durante los primeros meses de invierno nuclear se enfrentarán con temperaturas extremas, casi oscuridad permanente, cambios climáticos violentos y falta de vivienda, refugio y combustibles. Estos factores adversos producirán muerte generalizada debido a la exposición a la lluvia radiactiva, al hambre, a la falta de agua, además de la ausencia de sistemas médicos y a la tensión emocional y psicológica. No existirá ninguno de los sistemas de apoyo social, como son la distribución y venta de alimentos y de energía, los servicios de transporte, de atención médica o de comunicaciones. Después de un año, los niveles de radiación ambiental serán todavía una amenaza para los seres humanos, pero el factor más adverso en esta etapa lo constituirá la falta de producción agrícola. Surgirán epidemias con facilidad debido a la baja resistencia inmunológica de los sobrevivientes irradiados, causando gran mortalidad, ya que los sistemas de apoyo, en particular los médicos, aún no se habrán restablecido. Al volver la luz solar deberán tomarse medidas generales de protección contra la radiación ultravioleta para evitar la ceguera. La tensión psicológica por lo vivido continuará afectando gravemente a los sobrevivientes. Durante las décadas siguientes se espera, en el mejor de los casos, un lento regreso a condiciones sociales y de desarrollo muy inferiores a las conocidas antes de la guerra. Los efectos climáticos posteriores a un intercambio de armas nucleares de cientos de megatones sobre ciudades son similares a los predichos para una guerra de mayor escala (miles de megatones). Ninguno de estos resultados es el escenario más grave imaginable dado el tamaño de los arsenales actuales. Todos los ecosistemas sufrirán situaciones fuertemente adversas. Los sobrevivientes enfrentaran fríos extremos, carencia de agua, falta de alimentos y combustibles, contaminación química y radiactiva, enfermedades e infecciones, todo esto en la oscuridad permanente, o quizá en la semioscuridad. Los efectos a mediano y largo plazo, junto con los 1 000 millones de muertes inmediatas, sugieren que podría no haber seres humanos sobrevivientes en el hemisferio norte. Los efectos en el resto del planeta, particularmente la extinción de muchas de las especies vegetales y animales existentes hoy en día, representan un grave desafío a la propia permanencia de los seres humanos sobre la Tierra.

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