metáforas de la destrucción


Ahora que el arte toma nuestras calles para destacarse o confundirse con la basura callejera y el vandalismo urbano. Recuerdo una anécdota curiosa, estaban demoliendo un edificio, tal como este, vestigios de la vieja Murcia. La demolición era aún más espectacular, en la zona de la plaza de las flores. Una máquina como esta estaba (no sé cómo) en el piso más alto de la montaña de escombros, y aún podían verse flotando: restos de una cama, el cuarto de baño despojado de su tradicional aislamiento, con la grifería y tuberías colgando desde las paredes como… un algo flácido.
Estaba contemplando la demolición, impresionado, cuando alguien me llamó al móvil. Me preguntó qué hacía y le dije que estaba mirando una obra de arte, una performance sobre las metáforas de la destrucción. Lo anecdótico es que por detrás de mí pasó un señor encorbatado y con maletín, que escuchó lo de “obra de arte”, se le encendió la bombilla en el celebro, se paró y empezó a mirar a la ruina con cara de interés. Para acto seguido escrutar las esquinas, supongo que en busca de alguna etiqueta con el nombre de la obra y autores. Lo venía siguiendo con el rabillo del ojo. Pero no pude evitar girarme y empezar a reír. El hombre me miró avergonzado y reemprendió gacho la marcha. Pobre alma curiosa, había sido víctima de un engaño azaroso.
Hay que estar atento porque nunca sabe dónde vas a encontrar arte del de verdad, del de los listos, del que la plebe no entiende, y no sabe discernir entre timo sin ambages o capricho de genio incomprendido. Quizás las dos cosas sean lo mismo. Si el arte es solo una forma de mirar y el que mira no ve, no entiende y no sabe. Entonces tenemos un problema. Y el problema es siempre de la gente. La gente es tonta, la gente no sabe que no hay nada que mirar, que no hay que reverenciar nada. Que los artistas querían desvirtuar la idea “obra de arte”. Y la mejor manera es borrando sus límites. Y aunque llevan mucho tiempo con la misma cantinela. Hay que estar atento, porque el artista, con obra o sin ella, querrá seguir llamando la atención. No se fíen; una cometa extraña, por ejemplo con la forma de un cristo de Murillo, puede parecer el extravío de un niño raro. Pero habrá sido lanzada por un concejal entre aplausos de una multitud. Si algún día ven un escarabajo tigre pintado de rosa por la calle, con un segurata detrás que lo vigila como si le fuera la vida en ello… sí, también estarán ante la obra de un artista. O alguien al que se le ha pagado para llamar la atención. Y es que estamos a mitad de un proceso, el artista hoy todavía es la afirmación de un ego y quiere que lo que hace “aparezca”, y parezca diferente, quiere seguir siendo creador visible, busca el aplauso de los suyos e incluso el insulto de los otros. Pero eso se acabará cuando el arte sólo sean conceptos y proyectos invisibles que intenten mejorar nuestras vidas, nos hagan más felices, creen espacios de reflexión pública… todo sin que nadie resulte herido, al lo menos.
Mientras eso llega, nos quedamos preguntándonos si es más bella esta imagen o aquella carísima obra de arte que se “instaló” en el centro de Murcia y que consistía en cientos de toneladas de escombros amontonados, llevados a propósito a un solar en una calle céntrica. Con el agravante de que el polvo entraba con el viento a las ventanas de los hogares y a su vez perjudicaba a varias terrazas de negocios colindantes.

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